domingo, 22 de enero de 2017

La Ijana del Valle de Aras

La Ijana del Valle de Aras, aunque no aparece en El Despertar de la Leyenda como una de las protagonistas, su presencia inunda toda la novela, presencia que en la segunda parte será muy destacada. No obstante, se trata de la mala de la historia, una hechicera que utiliza su belleza y su telepatía para hacerse dueña de las voluntades ajenas.

La inclusión de este ser de la mitología cántabra me llevó tiempo pensarlo. Se trata de un personaje muy especial, la primera criatura, con la anjana y el ojáncano, de la que tuve conocimiento. Existe en el pueblo de San Pantaleón de Aras una cueva, llamada de las Ijanas, donde se supone viven y de la cual, al calor de las noches de verano, salen para cometer sus fechorías por toda la Junta de Voto. La tradición popular la retrata como un ser pícaro y travieso, pero lejos de la maldad del ojáncano o el cuegle.

Barrio de la Quintana, en San Pantaleón de Aras. En este lugar, aunque más cerca del monte, hacia el este (derecha de la imagen) la tradición sitúa la cueva donde vivían las Ijanas. 

Según el escritor y poeta cántabro y cantabrista Manuel Llano, no existe uniformidad a la hora de describir físicamente este personaje. Parece claro, no obstante, que todos coinciden en que se trata de un ser de cabellos rubios con un gran pecho que se echan sobre el hombro derecho, como hace la ojáncana o juáncana.

Manuel Llano se hizo eco, además, de las leyendas orales que aún subsistían en la Junta, y que, por desgracia, poco a poco se han ido perdiendo. Él, por referencias locales, situaba la cueva en el barrio de la Quintana, cerca de la casa del cura, sobre cuya persona las Ijanas cometían toda clase de fechorías. Claro, que el señor cura no se quedó atrás y mandó prender la cueva con rozo (hierba seca que se cortaba del monte para la cama de las vacas). Pero no consiguió su objetivo y al otro día se encontró todas las ventanas y puertas de su casa tapadas con el mismo rozo. Sin embargo, las Ijanas no le prendieron fuego, algunos dicen que porque no encontraron un tizón ardiendo, otros por compasión, la que no había demostrado el señor cura. Son muchas las leyendas que narran estos encuentros entre el cura y las Ijanas, algunas de ellas se referían a la matanza del chon (cerdo), época en la que las Ijanas eran más activas y revolvían las casas de arriba abajo buscando los manjares que se sacaban del gorrino.

Ilustración de Jaime Araújo en la que muestra una caracterización de la Ijana. La estela sobre la cual se encuentra, tal vez altomedieval, fue hallada en la carretera que va de San Miguel de Aras a Llueva. Actualmente aguarda en los almacenes del Museo de Prehistoria de Cantabria un emplazamiento definitivo. La estrella de cinco puntas me sirvió de inspiración para el símbolo del Señor del Abismo, Rajgum.

Como vemos, las Ijanas son un personaje más pícaro que taimado, y sus acciones se acercan más a la travesura infantil que a la maldad. En mi universo, en cambio, sólo existe una Ijana, a la que he dotado de gran belleza, inteligencia y falta de escrúpulos. Es, por tanto, una adaptación de la leyenda de mi tierra más próxima a la literatura fantástica actual que a la tradición oral cántabra, que ya cuenta con su propia bruja, la Guajona (personaje que aparece en El despertar de la leyenda).

En la segunda parte descubriréis su origen, si en su naturaleza estaba ser malvada o en cambio si se fue transformando con el tiempo, conoceréis sus ambiciones, sus amores, sus debilidades, y, quizá, incluso podréis hasta sentir alguna empatía hacia su “causa”. Mientras llega esa segunda parte, tendréis que “conformaros” con la muestra que os ofrezco en El despertar de la leyenda.

1 comentario:

  1. Interesante personaje mitológico, desde luego :D Es como un elfo travieso en versión femenina.
    Saludos

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