La Ijana
del Valle de Aras, aunque no aparece en El
Despertar de la Leyenda como una de las protagonistas, su presencia inunda
toda la novela, presencia que en la segunda parte será muy destacada. No
obstante, se trata de la mala de la
historia, una hechicera que utiliza su belleza y su telepatía para hacerse
dueña de las voluntades ajenas.
La inclusión de este ser de la mitología
cántabra me llevó tiempo pensarlo. Se trata de un personaje muy especial, la
primera criatura, con la anjana y el ojáncano, de la que tuve conocimiento.
Existe en el pueblo de San Pantaleón de
Aras una cueva, llamada de las Ijanas, donde se supone viven y de la cual,
al calor de las noches de verano, salen para cometer sus fechorías por toda la Junta de Voto. La tradición popular la
retrata como un ser pícaro y travieso, pero lejos de la maldad del ojáncano o
el cuegle.
Barrio de la Quintana, en San Pantaleón de Aras. En este lugar, aunque más cerca del monte, hacia el este (derecha de la imagen) la tradición sitúa la cueva donde vivían las Ijanas.
Según el escritor y poeta cántabro y
cantabrista Manuel Llano, no existe
uniformidad a la hora de describir físicamente este personaje. Parece claro, no
obstante, que todos coinciden en que se trata de un ser de cabellos rubios con
un gran pecho que se echan sobre el hombro derecho, como hace la ojáncana o
juáncana.
Manuel Llano se hizo eco, además, de las
leyendas orales que aún subsistían en la Junta, y que, por desgracia, poco a poco
se han ido perdiendo. Él, por referencias locales, situaba la cueva en el barrio de la Quintana, cerca de la casa
del cura, sobre cuya persona las Ijanas cometían toda clase de fechorías.
Claro, que el señor cura no se quedó
atrás y mandó prender la cueva con rozo (hierba seca que se cortaba del monte
para la cama de las vacas). Pero no consiguió su objetivo y al otro día se
encontró todas las ventanas y puertas de su casa tapadas con el mismo rozo. Sin
embargo, las Ijanas no le prendieron fuego, algunos dicen que porque no
encontraron un tizón ardiendo, otros por compasión, la que no había demostrado
el señor cura. Son muchas las leyendas que narran estos encuentros entre el
cura y las Ijanas, algunas de ellas se referían a la matanza del chon (cerdo),
época en la que las Ijanas eran más activas y revolvían las casas de arriba
abajo buscando los manjares que se sacaban del gorrino.
Como vemos, las Ijanas son un personaje
más pícaro que taimado, y sus acciones se acercan más a la travesura infantil
que a la maldad. En mi universo, en cambio, sólo existe una Ijana, a la que he
dotado de gran belleza, inteligencia y falta de escrúpulos. Es, por tanto, una
adaptación de la leyenda de mi tierra más próxima a la literatura fantástica
actual que a la tradición oral cántabra, que ya cuenta con su propia bruja, la Guajona (personaje que aparece en El despertar de la leyenda).
En la segunda parte descubriréis su
origen, si en su naturaleza estaba ser malvada o en cambio si se fue
transformando con el tiempo, conoceréis sus ambiciones, sus amores, sus debilidades,
y, quizá, incluso podréis hasta sentir alguna empatía hacia su “causa”.
Mientras llega esa segunda parte, tendréis que “conformaros” con la muestra que
os ofrezco en El despertar de la leyenda.
Interesante personaje mitológico, desde luego :D Es como un elfo travieso en versión femenina.
ResponderEliminarSaludos