—¿No recuerdas la canción? —respondió Déloth
ante la curiosidad del hombre—. Somos Espíritus de Árboles. Cuando un árbol se
seca, su alma pasa a un estado superior, y algunos adoptan forma humana, como
los Hálarond. Por eso, pese a nuestra apariencia actual, guardamos aún parecido
con el árbol del que un día formamos parte. Yo fui un haya, y viví cientos de
años, y ahora espero poder seguir aportando algo al mundo bajo este nuevo
aspecto durante al menos otros tantos años. Los Hálarond envejecemos muy
despacio, pero podemos morir como cualquier criatura de este mundo. Nuestra
savia no deja de ser roja, como vuestra sangre. Tenemos las mismas debilidades
que los Hombres; podemos llorar o reír como bien has comprobado durante tu
estancia en Táluth. Pero de la misma manera que hay árboles malvados, también
algunos Hálarond han conocido la codicia, la envidia o el odio, una minoría por
fortuna.
De esta manera se describe a sí mismo y a su raza, Déloth, el fiel compañero que Edam tendrá a su lado en su viaje hacia Léithlam. Pero, ¿es una raza propia o sacada de alguna mitología antigua?
Cuando empecé a escribir El Despertar de la Leyenda, allá por los años 98-99 del pasado siglo, no existía esta raza, no la había creado aún. Por aquel entonces, el Bosque Verde estaba habitado por elfos, y Táluth era su capital. Algún tiempo después, decidí eliminar a los elfos de mi universo; no me encajaban bien, o no todo lo bien que yo quería. ¿Demasiado perfectos? Quizá.
El caso es que desde siempre me han gustado los árboles: son altos (o muy altos) y majestuosos, crece hierba a su alrededor, los pájaros se detienen en sus ramas (los mirlos a última hora de la tarde parecen mimetizarse con el mismo árbol y cantan una melodía de una belleza increíble), muchos animales tratan de huir del calor buscando su sombra, o, en días de lluvia, son un excelente paraguas natural. Y no pocos enamorados han dado rienda suelta a su pasión con un árbol como testigo. ¡Ay, si algunos hablasen! Caerían reinos y sucumbirían naciones enteras... En definitiva, donde hay árboles, hay vida. Así que intenté canalizar esa vida a través de una raza, y para ello utilicé lo que ya tenía escrito sobre los Hálarond (recordad que eran elfos en un principio). Como bien explica Déloth, son espíritus de árboles que, tras morir, se transforman en unos seres parecidos a los humanos, pero con características propias. En Rodania no fueron numerosos, y sólo habitaron el Bosque Verde. Construyeron su capital, Táluth, en el mismo corazón del bosque. Por supuesto, jamás atentaban contra los árboles, y para hacer sillas o mesas utilizaban madera muerta sólo, lo mismo que para el resto de utensilios. Odiaban el hierro, y en especial las hachas. Para cortar utilizaban filos de piedras. Eran también pastores, y tenían sus rebaños de ovejas en las proximidades del Bosque Verde. Les gustaba mucho beber, y creaban numerosos licores que se les subían rápidamente a la cabeza. Adoraban las canciones y los bailes. Eran muy alegres y risueños, y muy bromistas, a veces en exceso. Pero cuando las cosas se tornaban serias, cambiaban el semblante y se involucraban en el asunto con decisión (así sucedió cuando Edam visitó Táluth). Tuvieron muy pocos señores, pues fue una raza que no duró más de una edad en Rodania, y entre ellos destacó Doroel, que además tenía el poder de leer las mentes ajenas, sobre todo las de los débiles Hombres. Eran excelentes guerreros, aunque detestaban la lucha, y como arma preferida usaban el arco. Conocieron el mal (como bien explica Déloth), pero ese hecho no está narrado en El Despertar de la Leyenda, un hecho doloroso que habían borrado de su memoria. Les afectaba mucho la oscuridad, aunque de noche también podían ser grandes rivales en combate.
El caso es que desde siempre me han gustado los árboles: son altos (o muy altos) y majestuosos, crece hierba a su alrededor, los pájaros se detienen en sus ramas (los mirlos a última hora de la tarde parecen mimetizarse con el mismo árbol y cantan una melodía de una belleza increíble), muchos animales tratan de huir del calor buscando su sombra, o, en días de lluvia, son un excelente paraguas natural. Y no pocos enamorados han dado rienda suelta a su pasión con un árbol como testigo. ¡Ay, si algunos hablasen! Caerían reinos y sucumbirían naciones enteras... En definitiva, donde hay árboles, hay vida. Así que intenté canalizar esa vida a través de una raza, y para ello utilicé lo que ya tenía escrito sobre los Hálarond (recordad que eran elfos en un principio). Como bien explica Déloth, son espíritus de árboles que, tras morir, se transforman en unos seres parecidos a los humanos, pero con características propias. En Rodania no fueron numerosos, y sólo habitaron el Bosque Verde. Construyeron su capital, Táluth, en el mismo corazón del bosque. Por supuesto, jamás atentaban contra los árboles, y para hacer sillas o mesas utilizaban madera muerta sólo, lo mismo que para el resto de utensilios. Odiaban el hierro, y en especial las hachas. Para cortar utilizaban filos de piedras. Eran también pastores, y tenían sus rebaños de ovejas en las proximidades del Bosque Verde. Les gustaba mucho beber, y creaban numerosos licores que se les subían rápidamente a la cabeza. Adoraban las canciones y los bailes. Eran muy alegres y risueños, y muy bromistas, a veces en exceso. Pero cuando las cosas se tornaban serias, cambiaban el semblante y se involucraban en el asunto con decisión (así sucedió cuando Edam visitó Táluth). Tuvieron muy pocos señores, pues fue una raza que no duró más de una edad en Rodania, y entre ellos destacó Doroel, que además tenía el poder de leer las mentes ajenas, sobre todo las de los débiles Hombres. Eran excelentes guerreros, aunque detestaban la lucha, y como arma preferida usaban el arco. Conocieron el mal (como bien explica Déloth), pero ese hecho no está narrado en El Despertar de la Leyenda, un hecho doloroso que habían borrado de su memoria. Les afectaba mucho la oscuridad, aunque de noche también podían ser grandes rivales en combate.
El nombre Hálarond viene de Hálar, el primer Señor de Táluth (personaje misterioso del que en la continuación de EDDLL hablaré). No se sabe de dónde vinieron, y en su desaparición se dieron también circunstancias muy extrañas: pasaron de la noche a la mañana a convertirse en lágrimas de lluvia, pero nadie (excepto el Árbol Que Habla) fue testigo de ello. Estos hechos se relatan en la continuación de EDDLL.
Una raza, los Hálarond, por tanto propia y que refleja el amor de este humilde autor por la naturaleza y los árboles.
Una raza, los Hálarond, por tanto propia y que refleja el amor de este humilde autor por la naturaleza y los árboles.
Muy interesante, sobre todo porque también soy una enamorada de los árboles y de los bosques.Me alegra que decidieras optar por los Hálarond como una raza distinta a los elfos. Me han parecido criaturas entrañables y muy originales. Enhorabuena por el blog y la entrada! Besotes!
ResponderEliminarGracias Noe. Poco a poco iré desgranando mi universo para que no se haga muy larga la espera. Muaaaa!!
ResponderEliminarGracias Noe. Poco a poco iré desgranando mi universo para que no se haga muy larga la espera. Muaaaa!!
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