miércoles, 29 de junio de 2016

El Viejo y el Mar

"(El viejo) Siempre decía: la mar, como la nombra la gente que la ama, como mujer. A veces los que aman hablan mal de ella, pero siempre como si fuera mujer. Algunos de los pescadores más jóvenes, que usaban boyas y flotadores para las cuerdas y que tenían planchas de motor, compradas cuando el hígado de tiburón les dio mucho dinero, le decían el mar, en masculino. Hablaban del mar como un contrincante, un lugar o incluso un enemigo. El viejo siempre la veía como algo femenino, que retiene o da grandes favores; si hacía cosas malignas o tremendas era porque no lo podía evitar. La luna la afecta como si fuera mujer, pensó."
Este es mi fragmento favorito de una de las obras más grandes de la literatura universal de todos los tiempos, El Viejo y el Mar, de Ernest Hemingway.
ARGUMENTO DE LA NOVELA
Santiago es un viejo pescador que arrastra una prolongada mala racha. Traba una amistad inquebrantable con un muchacho, Manolín, que también quiere dedicarse a la pesca. Ambos aprenden uno del otro: el muchacho bebe de la experiencia del Viejo, mientras que éste absorbe toda la energía de la juventud que destila su amigo. Los dos pasan el tiempo hablando de pesca y de béisbol. Un día, el Viejo se hace a la mar, solo, pues Manolín "ya estaba en un bote con suerte". Poco a poco, navegando en su frágil embarcación, se adentra en el mar. Su suerte de pronto cambia, y atrapa un enorme pez espada que, debido a su tamaño, no puede subir a la barca, así que lo arrastra como puede y lo ata a un costado. Pero el viaje de vuelta se hace tan largo que los tiburones acaban devorando la pieza ante la impotente mirada del anciano. Cuando llega a puerto, no queda del pez más que el esqueleto.
Se trata de una novela que habla de la lucha del hombre contra los elementos, contra la mala suerte y contra el mismo tiempo. Al parecer, Hemingway se inspiró para el personaje de Santiago en un pescador canario residente en Cuba, país en el que tenía una casa y pasaba largas temporadas.
EL AUTOR
Ernest Hemingway no fue un escritor muy prolífico. Empezó ejerciendo de periodista, trabajo que le llevó por varios puntos del planeta y a vivir dos guerras: la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial. Fue un gran enamorado de España y de sus tradiciones, que le sirvieron de inspiración para sus novelas Fiesta y El Verano Peligroso, centradas en el mundo de los toros. Pero tal vez sus obras más famosas sean Por Quién Doblan las Campanas y El Viejo y El Mar. Precisamente esta última fue decisiva para que ganase el Pulitzer en 1953 y, al año siguiente, el Nobel. Criticado tanto como alabado, se encerró en sí mismo, y en los últimos tiempos sufrió de alcoholismo y depresión. Según los que trabajaron con él, adolecía de disciplina a la hora de trabajar, aunque quizá eso lo suplía con un talento innato y una maestría sin igual en la redacción de textos que le valió el reconocimiento general contemporáneo y, sobre todo, póstumo. Se suicidó de un disparo en 1961.
INFLUENCIA EN MI OBRA
No se puede decir que ninguno de sus trabajos haya ejercido una influencia concreta en mis escritos. En cambio, el estilo de El Viejo y el Mar, alejado de toda retórica baldía, sí que me hizo en su momento replantearme mi manera de redactar y de corregir. Hemingway fue un maestro a la hora de reducir los textos a su mínima expresión, dejándolos en los puros huesos como el pez de Santiago. No encontraremos en este libro, pues, castillos gramaticales ni florituras del estilo de "que impúberes canéforas te ofrenden el acanto", verso de Rubén Darío que, dicen, Lorca se levantó cuando lo estaban recitando y protestó porque sólo había entendido el "que". Por tanto, a partir de leer esta obra inmortal, mi objetivo se centró en escribir con más sencillez, una sencillez tan complicada de lograr como agradecida de leer. Puedo afirmar sin temor a equivocarme que hubo un antes y un después en mi estilo, y eso es algo que valoro y reconozco.

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